San Victorián. Ordesa

1 y 2 de diciembre de 2013


Un final de otoño anticiclónico, con cielos profundamente azules, y un ofertón hotelero nos animan a subir a pasar un par de días al Sobrarbe

Como total ya sabemos que los bares de Ainsa no son como para tirar cohetes, nos desviamos  a Coscojuela de Sobrarbe, donde tengo noticia de un bar con buena pinta en una casa recuperada (cosas mías del feisbu)


El perrete del bar, simpático, feliciano, acariciable. El dueño del bar nos enseña su restaurante (casa Falceto, no llevo comisión), que han rehabilitado con cuidado y en el que parece ser que dan muy bien de comer. Nosotros nos conformamos con un cafelito con tapa, un trocito de bizcocho, bonito detalle.


Damos una vuelta por el pueblo, que nos sorprende muy gratamente, y queda muy bien situado en el ránking de pueblos en los que no nos importaría que nos cedieran una casa. Buenas vistas, perretes amigables, casas cuidadas...





Y seguimos camino del (facilito) paseo que he planeado para hoy: ir a la ermita de la Espelunga.

Tenemos una guía estupenda, pero todavía no tenemos un buen mapa. Así que siguiendo nuestra estupenda guía llegamos sin problemas hasta la ermita de San Victorián, de donde sale el paseo. Sin problemas y dando un rodeo, pues nuestra guía es francesa y describe el camino a seguir viniendo de Francia. Pero bueno, tampoco está mal la vuelta, que pasa por Laspuña y recorre la base de Sierra Ferrera.

Sierra Ferrera es un enorme trozo de roca caliza que se separó del macizo de Cotiella. Su extremo occidental es la Peña Montañesa, que es el nombre que suelo usar para referirme a toda la sierra. Los nombres de las dos quedan claros: En Ferrera había mucho hierro y Montañesa...pues eso.

Dejamos pues el coche junto al monasterio de San Victorián. Aunque los documentos "sólo" confirman la existencia de este monasterio desde el S X, parece ser que su origen estaría en el VI, lo que haría de él el más antiguo de España.


Nuestro camino va suavemente por la falda de la sierra hasta llegar a la ermita de San Antón, que tiene más aspecto de borda que de ermita


Y dentro cobija pinturas del XVII, en un triste estado. Parece ser que también ha cobijado ganado.



El camino sigue bien marcado. Llegamos a una roca con historia. Aquí se sentó San Victorián camino de su retiro convirtiéndola en roca milagrosa, que se supone que tiene un sonido metálico cuando la golpeas con una piedra y e l santo la usaba como campana para avisar a sus discípulos. Incluso parece que así les aviso de su inminente muerte. Esta roca siempre volvía a su lugar por más que fuera alejada del camino, y ahora se ha convertido en una especie de roca de los deseos


El guardián de la roca. ¡Vaya cara de enfadado!


Al final hay un poco de subida, pero breve y recompensada enseguida: La Espelunga.

Espelunga significa cueva, y es el lugar donde se retiró Victorián huyendo del mundanal ruido. Victorián, a diferencia de la mayoría de eremitas que nos hemos encontrado hasta ahora, era italiano. Huyó a Francia buscando una vida sencilla y lejos de la adulación que podrían volverlo vanidoso. Y allí conoció a Maura. Nueva huída, esta vez hasta aquí, buscando retiro y sosiego. Pero sus dotes de sanador y consejero corrieron por los alrededores y los monjes del monasterio de abajo, el que ahora se llama de San Victorián pero que entonces estaba dedicado a San Martín, le suplicaron que fuese su abad, y está vez sí que picó con la adulación, y fué abad hasta su muerte. Y después siguió triunfando, pues dejó unas reliquias milagrosas, que guardadas en arca de plata fueron paseadas pues lo mismo servían para ganar una batalla que para avisar dando mazadas de que un monje iba a morir.


La ermita se encuentra dentro de la roca. El retablo del altar, del S XVII desapareció un buen día. Ahora hay una foto basada en una foto de Lucien Briet, que lo mismo bajaba de exploración al Vero que se paseaba por aquí. A la izquierda sale otra cueva que parece ser que era la sacristía pero no nos atrevemos a entrar, que no llevamos luz.



Paramos en Oncins a tomar un te. Cazadores.
Hacia Ainsa por el camino corto, pasando por El Pueyo de Araguas, donde disfrutamos del atardecer sobre la sierra.

Una vuelta por el pueblo, donde está la casa más antigua del Sobrarbe


Y al hotel, que no es por presumir, pero incluye el spa.


El hotel fué en tiempos un monasterio. Construído a mediados del XVII por los Carmelitas descalzos sobre una vieja ermita, fué desamortizado por Mendizábal y pasó de mano en mano como explotación agrícola y ganadera hasta que en 1920 el Dr Noguera lo convirtió en sanatorio para tuberculosos, después degeneró en dispensario de medicinas y fué reconvertido en albergue que ascendió a hotel de 5 estrellas y que es donde nos alojamos esta noche. Me podría acostumbrar fácilmente.


Salimos del hotel y nos encontramos el cochecillo escarchado. La noche ha debido de ser francamente heladora. El cielo sigue magníficamente despejado y promete un buen día.

Siguiendo con nuestro plan, vamos hacia Ordesa. Pasamos por Ainsa, donde no encontramos ningún bar en el que nos apetezca desayunar, lo que acabamos haciendo en Escalona. Al salir oimos un doloroso ruido a la vez que una furgoneta se incrustaba en nuestro coche: Aunque parezca increíble, gana nuestro cochecillo, que queda indemne mientras que yo estoy sin aliento, la furgo sin bola de remolque y su conductor sin sangre en las venas.

En Escalona tomamos la carretera hacia Fanlo, que pasa por las proximidades del cañón de Añisclo (queda apuntado para una futura excursión), y que nos ofrece otra vista de Sestrales.


Un cartel en la carretera avisa de la necesidad de cadenas, pero es una absoluta exageración. apenas alguna placa de nieve, pero llegamos limpiamente incluso a Nerín, allí arriba, donde todavía hacen cucharas de Boj.


Damos una vuelta por Fanlo, muy diferente del pueblo semiabandonado que era hace 20 años, paramos en Torla a tomar un café y llegamos a Ordesa. Como no es verano se puede llegar en coche hasta la pradera.
Lo primero que nos sorprende es la cantidad de gente que hay para ser lunes. Y entonces caemos en la cuenta de que es el puente foral, lo que explica la cantidad de familias con niños que están disfrutando de la nieve. Porque aquí sí que está todo nevado.


El fondo del valle, por su orientación, permanece en sombra, por lo que mi plan inicial de dar una vueltilla y comer al solete parece que no se va a poder cumplir. Bueno, por lo menos daremos la vueltilla. La senda de los cazadores está cerrada porque con los hielos la consideran muy peligrosa.
Vamos subiendo pisando nieve pero sin grandes dificultades. Llegamos a la helada cascada de Arripas


Nos metemos por el bosque de hayas


Nos asomamos a la también helada cascada del Estrecho


Y llegamos hasta las gradas de Soaso. Todo heladoramente en sombra. Comemos rápidamente y volvemos sin perder tiempo, que los días son muy cortos y se nos echa el atardecer encima (y una ya tiene una penosa experiencia previa de que anochezca en Ordesa, allá por el siglo pasado)


En la pradera todavía con rayos de sol iluminando Cotatuero, Gallinero y demás crestas del lado norte.


Y llegamos a Torla a una hora verdaderamente mágica


No hay comentarios:

Publicar un comentario