Monasterio de Obarra. El Turbón

20 de diciembre

Hoy nos atreveremos con el lejano Este. Comenzamos parando en Graus, donde no habíamos estado desde que nació Luceta, y de la que nos acordamos difusamente. Y tiene una bonita plaza. Duramente empedrada en el centro, pero por lo menos ahora es peatonal. Folletos y mapas en la oficina de turismo, café en un bar de la plaza, agradable.


Paseamos por la parte vieja de Graus (la nueva, todo hay que decirlo, es un horror no por normal menos doloroso). Hay un hotel en un viejo y bonito palacio, que es donde está "el Criticón", el restaurante donde cocina Pedro, el cocinero que vino a las jornadas micológicas de Guara el mes pasado. ¿Y por qué se llama el restaurante así? Pues porque una de las personalidades relacionadas con Graus es Baltasar Gracián.
Gracián nació cerca de Calatayud, estudió en Huesqueta, se hizo jesuita, dió tumbos por Zaragoza, Madrid, Navarra y Cataluña, y se ganó una bronca de los jesuitas por publicar El criticón. No le debió bastar con una bronca que aún se ganó otra por publicar la segunda parte y con la tercera parte consiguió ser condenado a pan y agua y desterrado a....¡Graus!

El colegio y la iglesia de los jesuitas es actualmente el "Espacio Pirineos", que quiere ser un centro de referencia de los Piris, y de paso albergar exposiciones y otros eventos culturales.


Dejamos Graus y comenzamos nuestra vuelta Ribagorzana, con el Turbón como referencia, como si fuésemos a encontrarnos en la tercera fase con alguien.


Paramos a recordar Roda de Isábena. La catedral está cerrada, aprovechamos para ver la puerta.


Nuestra idea al salir de casa era hacer un fácil paseíto desde Calvera hasta el monasterio de Santa María de Obarra, pero nos saltamos el cruce y nos encontramos en un aparcamiento justo al lado del monasterio.


Construido por maestros lombardos a principios del S XI, está dedicado a Santa María y ya de paso también a san Pedro, a san Esteban y a la santa cruz. Los números 3 y 7 se repiten por todo el templo, y la arquitectura del edificio constituía un observatorio astronómico y un calendario cristiano perpetuo: la luz de la luna entraba por la ventana central del ábside en el segundo plenilunio de otoño, justo 21 semanas antes de la siguiente Pascua, y en los meses que rodean al solsticio de verano un rayo de sol iluminaba el altar a la hora de la misa. Todo ello se lo cargaron cerrando las ventanas con alabastro, ea!


Seguimos rodeando el Turbón

2492 m de macizo. Dicen que el arca de Noé embarrancó aquí. Y aquí vivía "Ome Granizo", un temible gigante que cuando resopla anuncia tormentas. Y también hay osos, y hadas encantarias, y duendes, y brujas...




En nuestro rodeo al Turbón nos acercamos al balneario, que ahora está cerrado pero no parece un sitio muy encantador.

Paramos en Campo, en un bar cutrecillo pero con vistas, a tomarnos una infusión.


Y visitamos el centro budista de Panillo, Vajrayana Dag Shang Kagyu. Por si  el rodear las estupas da sed, hay máquina de refrescos.

El centro lo montaron en los terrenos de una budista francesa, y tiene todo el aire nepalí o butanés.
(Y es el responsable de que Luisito tuviera en Graus alumnos llamados Rimpoché)







Una última parada en Benabarre, donde yo tenía puestas esperanzas de que hubiera alguna cafetería agradable donde tomarme un chocolate. Pero no.


Cae la noche tempranamente, nos acercamos al día más corto del año. Nos vamos a casa.

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