Bolea y sus cerezas, ermita de la Peña de Aniés, Agüero

16 de junio de 2013

Domingo, es el día elegido por Bolea para celebrar su día de la Cereza. El verano que no llegaba ha retrasado la maduración, y no era fácil encontrarlas en Huesqueta, así que no sé por qué profundo misterio se me ocurrió que era buena idea ir a Bolea. Ya al salir de Huesca empezamos a sospechar, en la alegre caravana que hacia allí íbamos, que quizá no era tan buena idea. Aparcamos en las afueras de las afueras del pueblo y nos metemos de lleno en la plaza.
La plaza de Bolea es pequeña, y allí han puesto un toldo para sombrear, que por una parte se agradece pero por otra lo hace más claustrofóbico. Dos puestos de cerezas y alguno más de productos locorregionales, y muchos-muchísimos asistentes-compradores haciendo cola y amenizados por una banda que lo mismo toca una jota que la chica yeyé a todo trapo.



Damos una vuelta por Bolea. Subimos a la Colegiata, que hoy está abierta al público. Aquí había un castillo musulmán (la torre de la Colegiata lo era del castillo). Vemos el retablo "obra maestra del Renacimiento"

Al fondo, la peña Gratal


También visitamos la iglesia de la Soledad, que es donde normalmente los de Bolea que van van a misa. Una pena que esté en obras, nos dicen.

Curiosa Piedad con un Cristo que parece al de Matrix


Nos agobiamos lo suficiente como para irnos del pueblo sin comprar cerezas. Consultando nuestra bibliografía nos dirigimos a Aniés (ni un bar decente para tomar algo) y subimos por la pista que va hacia la sierra Caballera, hacia la ermita de la Virgen de la Peña.

Alli arriba, en medio, a los dos lados del árbol grande, bajo el saliente de roca.


El caso es que la descripción que teníamos de la ruta hacía pensar que el camino llegaba hasta justo al lado de la ermita, por lo que pasamos bajo ella y seguimos la pista. Pero no. La pista se dirige hacia Bolea, y va empeorando por momentos. La prudencia nos indica dar la vuelta. Afortunadamente hemos llegado hasta el barranco que forma el río Sotón.

Allí enfrente, los gemelos


Más o menos por aquí está otra ermita rupestre, la de San Cristóbal, en una senda que se despeña desde este camino. Como no estamos muy seguros, tomamos nota pra una futura excursión mejor informados.

Volvemos hacia la Virgen de la Peña. Tenemos al fondo el castillo de Loarre.


Dejamos al coche bajo la ermita y subimos la corta pero empinada senda que va a la ermita. Abajo hay un cartel advirtiendo que la visita a la iglesia es obligatoria el fin de semana, y de pago.

Por si la ermita no estuviera lo suficientemente arriba, el camino aún sube más y acabas bajando a la iglesia.


En cuanto entramos en el territorio de la ermita, aparece una simpática joven que nos indica que una visita justo está en marcha, que nos unamos. Nos unimos. Primero se visitan unas dependencias que hay bajo la rocas (les gustaba ahorrarse una pared, por lo visto). En tiempos eran las dependencias del ermitaño, pero luego se convirtieron principalemnte en comedores donde se reunían los fieles que subían en romería o a mantener el lugar, y que dejaban en las pareces la prueba de su paso.






Nuestros guías haciento una fotomemoria a la otra pareja de la visita, que han llegado hasta aquí en chancletas, para mi gran admiración.


La iglesia es sorprendente. Una pequeña iglesia medieval ha acabado convirtiéndose en una iglesia barroca a la que no le falta detalle.


En los laterales de la nave unas pinturas cuentan la leyenda de la Virgen de la Peña: Un noble del castillo de Loarre estaba cazando perdices (habría boda ;)). Con él su halcón y su siervo. El halcón salió tras una perdiz roca abajo y no volvía. Preocupado el noble por su ave, envió a su sirviente a buscarla (se ve que la suerte del siervo no le preocupaba tanto, los nobles son así). El caso es que el siervo se descolgó por la roca y se encontró al halcón y a la perdiz hermanados junto a una imagen de la Virgen. Emocionados todos bajaron la imagen a la iglesia de Aniés, pero la Virgen, tozuda, volvía a subirse a la peña, lo que fué interpretado como signo clarísimo de la voluntad de nuestraseñora de que le construyesen un santuario. Y eso hicieron.


Yo en la pintura de arriba veo una cara donde otros ven árboles



Volvemos para abajo a ver si encontramos algún sitio donde picar algo (no hemos traído picnic). Cerca de Plasencia del Monte hay un restaurante lujoso del que pasamos, otro restaurante carnívoro que  presume de fotos de la visita de su campechana majestad en traje de faena, y otro más modesto, bar.restaurante donde nos arreglan rápida y eficazmente una ensaladita a nuestro gusto.


Seguimos la excursión hacia Agüero. Con el calor que hace no es momento para ir a pasear, haremos autoturismo.


Agüero también tiene mallos, y recorridos para pasear a su alrededor


Hoy seguimos un camino que aparece en nuestro mapa y que nos lleva a un río. Aguasfrescas y claras. Subimos un poco y Ant se anima a darse un bañito (o medio). También hay un grupo de preadolescentes disfrutando del río






Bajamos a Murillo, tomamos un cafelito en el hotel de las afueras y damos una vuelta por el pueblo



Y la última escala en el pantano de la Sotonera. En su cutre club náutico nos tomamos una cervecita



Se supone que acercarnos al pantano era también para ver aves. Bueno, pues ni se ven aquí ni es la época. Nos acercamos al obsevatorio que hay en Montmesa,  pero no vemos nada. Cae la tarde. Volvemos a casa

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