Dolmen de Almazorre

29 de septiembre de 2013

Dejamos cosas pendientes ayer, vimos que había un paseíto para visitar un dolmen, y nos quedaron pueblos por conocer.

Éste es el paseo



La tradición continúa: cafelito en Colungo, curvas y llegamos a Almazorre, bajo un cielo poco amigable, por lo que cargamos los chubasqueros por si acaso. Subimos por las calles del pueblo hasta la iglesia románica, que está situada en lo más alto.


Junto a la iglesia hay un esconjuradero, que no nos vendría nada mal que funcionase y nos alejase las nubes amenazadoras que se ciernen sobre nosotros.



Como también lo hacen los buitres (impresiona)



El camino baja suavemente por una repisa con vistas al río y luego ya con más inclinación hacia un barranco, seco, que cruzamos para remontar por la orilla del Vero, que baja seco, con primera parada en un viejo molino de cal.


Al poco rato llegamos a las ruinas del castillo de la Zaba, del S XI, y que no entendemos muy bien qué pintaba aquí, en lo alto de un promontorio en un meandro del río. Parece ser que era un castillo defensivo, que formaba parte de una red fortificada que vigilaba el paso hacia el norte.


El resto del paseo vamos acompañados por moscas, por una nube de pequeñas moscas que suelen acompañarnos cuando caminamos por la sombra, y que se meten en ojos, nariz, boca y atacan fuertemente nuestro sistema nervioso. Aprovecho el mapa que suelo llevar siempre en la mano para ir abanicándome y espantándolas.

Remontamos un camino entre encinas y bojes y llegamos al dolmen de la Caseta de las Balanzas, en el tozal de Mata, Está un poco desmontado.


Aprovechamos una tregua de las moscas para comer, y para ver fósiles.


Camino de vuelta, de nuevo nos dedicamos a asustar Mantis a nuestro paso


Ésta resultó buena estratega. Intentábamos darle la vuelta para verla de frente y no hubo manera, cada vez ella se giraba. Si no los veo, no son un peligro, parecía pensar.


Llegamos a Almazorre. No me explico por qué, con la de terreno que hay, tienen que construir esos nichos infames adosados a las iglesias en esta zona. Una pena, pero parece ser que a nuestros compatriotas les van los adosados hasta el final.


Como parece que las tormentas han sido bien esconjuradas y el sol quiere asomarse, nos animamos a seguir paseando por los alrededores de Almazorre, esta vez en dirección contraria, hacia los molinos.

Cuentan que el molino fué construido en 1846 por un emigrante que volvió de América.


El extremo de la izquierda es el molino de cereal. En la parte de abajo (que no se ve en la foto) están los túneles que eran atravesados por el agua para mover la rueda del molino. La parte de la derecha, la más grande, es el molino de aceite.

en las dos puertas de los molinos aparece la misma fecha, 1846



Cerca hay un horno de tejas. Estuvo en funcionamiento hasta mitad del siglo pasado. Los vecinos contrataban a un maestro tejero en los meses de verano y le ayudaban a hornear (haciendo el trabajo pesado de acarrear la leña y la arcilla) Luego se repartían las tejas y baldosas. El tejero se alojaba en el molino de aceite.


El camino de subida (¡qué trabajos hacían antes!)


Y ya damos por finalizada la parte de caminar, nos queda todavía un ratito para acercarnos a conocer algún pueblo más de la zona. Como Hospitaled, bonito y tranquilo. Tiene dos pequeños barrios, el de la iglesia (sí, con nichos adosados, qué falta hará)...


y el de abajo, con un edificio a medio construir. Iba a ser una escuela que empezaron en el 36, y que nos imaginamos por qué no fué terminada.

Hay un grupo de niños jugando en la calle. Uno nos saluda dicharachero, y luego se lleva una bronca de otra niña sabidilla que le reprocha haber hablado con desconocidos. Los pueblos ya no son lo que eran...
A la vuelta, el niño no nos saluda.

La casi escuela


Dicen que por aquí se dedicaron a falsificar moneda durante la guerra de Independencia. Un francés traidor encargó el troquel al herrero del pueblo y las monedas se hacían en la bodega de una de las casas. Napoleón se enteró, se enfadó como corresponde, con amenazas de cargarse a quien lo estuviera haciendo, así que se llevaron la fábrica de moneda a una cueva oculta por un gran árbol, y allí siguieron sin ser descubiertos hasta el final de la guerra

Cerca hay las ruinas de un castillo, el de Esplubiello, al que ya iremos en otra ocasión.


Y parada final en Betorz, al final de la carretera le Lecina. bonito pueblo de piedra, con casas restauradas y muchas en venta. Fantaseamos con la posibilidad de tener una "para el verano"



Y de vuelta, que nos quedan muchas curvas y una cerveza antes de llegar a casa.

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