Pineta- Benasque. Raquetas y esquís

10-12 de marzo de 2014

Ya comenté aantes que tenemos un anticiclón insistente encima prometiéndonos cielos despejados para unos días. Y en Benasque había un hotel, el de los Llanos que tenía muy buena pinta. Así que no nos resistimos a la tentación y nos reservamos una nochecita , con derecho a spa, gentileza de las ofertas de internet.

Daremos una vuelta por el extremo nororiental de la provincia, empezando por Pineta. Porque desde el Parador hay una excursión que ya hicimos en otra ocasión, subiendo por el bosque que hay detrás de la ermita hasta los llanos de Lalarri, donde se puede raquetar con el Monte Perdido y compañía enfrente.

Raquetas a la espalda y bosque adentro. Con más determinación que sensatez me dirijo cuesta arriba, con el resultado de que he abandonado el camino. Se que deberíamos ir "hacia la izquierda", pero el bosque se ha vuelto impenetrable y optamos por la opción descabellada: seguir hacia arriba con la esperanza de reencontrar el GR que nos lleve a Lalarri por arriba.. Resultado, acabamos saliendo del bosque pero para encontrarnos una empinada cuesta cubierta de nieve donde no nos atrevemos a ponernos las raquetas y nos hundimos completamente. Agotados, paramos a comer y reconsiderar las posibilidades: Sólo nos queda bajar. Con más sufrimiento que entretenimiento conseguimos llegar abajo. Y como en varios tramos he optado por la opcion "esbarizaculos" llego empapada completamente. Nos cambiamos de ropa en el coche y nos vamos a tomar una cerveza reconstituyente al Parador, donde por fin disfrutamos de las vistas y hasta somos capaces de perdonarnos y hacer unas risas.
Pineta está tan encerrado por montañas altísimas que se nos escapa el sol, haciendo que parezca más tade de lo que es.


En cuanto salimos del valle recuperamos la luz.


Llegamos a los Llanos del Hospital en la hora mágica.


En recepción nos dicen que ha habido un problema, y que en lugar de alojarnos en una habitación estándar nos dan una "especial". No protestamos.

Nos relajamos de las peripecias del día en el spa, cálido, con agua de nieve y en el que estamos prácticamente solos todo el rato.

Hacemos planes para alquilar equipos e intentar recordar el cursito de esquí de fondo que hicimos hace unos 25 años (seguimos con los planes sensatos como se puede ver).

Cenamos en la cafetería del hotel, un espacio agradable, con rincones tranquilos y mucha decoración de madera. Luego nos enteraremos por internet que las esculturas son obra de un escultor colombiano, Gabriel Rendón, que se ha especializado en tallar madera con resultados sorprendentes. Y estamos tan a gusto que nos planteamos quedarnos una noche más. En recepción nos dicen que no hay problema, y además seguiremos en la habitación especial a precio estándar.




Nos despertamos con estas vistas:


Desayuno bufé libre, verdadero ejercicio de autocontro para no comérmelo y bebérmelo todo (aspiración infantil que aún no he cumplido).

Alquilamos los equipos. Hace frío, el cielo está velado y la nieve congelada. Atacamos las pistas con entusiasmo. Las pistas nos atacan con saña. Creo que no es un deporte adecuado para alguien que, como yo, detesta resbalar y caer.




Poco a poco el cielo se despeja, el sol calienta y la nieve se vuelve menos dura. Poco a poco vamos espiando a los diferentes grupos de escolares cursillistas para recordar algún truco para maniobras tan necesarias como no embalarse y frenar. En una de las embaladas cuesta abajo caigo de culo. Mi culo y mi amor propio resultan igual de dolorosamente dañados. Ant se lesiona un dedo (golpea el esquí con la uña del pulgar, que se volverá toda negra).
Ant, animosamente, cree que cada vez lo hacemos mejor y que cada vez duele menos caerse. Lo segundo es verdad porque ya sabemos algún truco, la nieve está más blandita y, lo más importante, no nos metemos en cuestas.



Comemos a la orilla del río, devolvemos los equipos y vamos a cambiarnos a la habitación. Estamos cansados y doloridos, pero el día está demasiado bonito como para quedarnos. Nos vamos a tomar un cafelito a Cerler. Vamos hasta arriba del tod. Allí está "husky man" con su tiro de perros.


Poca gente y buenas vistas.


De bajada paramos en un  magnífico mirador sobre el valle. Me hundo un poco al acercarme al borde.



Callejeamos por Cerler pueblo y otra paradita en otro mirador sobre Benasque a mitad de camino



Paramos de tiendas por Benasque (sin comprar) y volvemos al hotel. es prontito, y nos recojemos en una salita en la que estamos tan a gusto solos, con nuestras cervezas y libros...



...y el atardecer


Baño reparador y a dormir.  Nuestros cuerpos doloridos (bueno, el mío) recomiendan jornada de descanso.

Nos damos una vuelta por el edificio de la Fundación (que son los gestores, y no se si propietarios, del hotel y de las pistas). Aunque no hay exposiciones el encargado nos deja visitar el edificio. Nos cuent que no hay exposiciones porque se suelen hacer donde ahora está el alquiler de equipos, y que esa actividad les resulta imprescindible para recaudar fondos). Tienen una gran biblioteca, estaría bien tener tiempo para curiosear algún día sus fondos.


Empezamos el día de turismo por Anciles, bonito pueblo con señoriales casas de piedra con escudos y buenas puertas.


Siguiente parada en Guayente, otra virgen milagrosa que según la leyenda se encontraba en una cueva. Allá por el 1070 D. Hernando Azcón iba de Anciles a su casa cuando escuchó una melodiosa salve. Intrigado buscaba de dónde venía, y fué guiado por un resplandor hasta la imagen de la virgen. Y se la llevó a Sahún. Pero la imagen no estaba por la labor y se vovió a su cuva. El proceso se repitió un par de veces más hasta que D Hernando comprendió que debía construir una ermita a mayor gloria de la virgen. Y lo típico: la devoción creció, y los devotos iban allí cada vez más. Otro Azcón del S XIII empezó a pensar que igual debía construir una iglesia más grande, y cuando estaba en esas reflexiones, de nuevo oyó dulce música y vió portentosos resplandores que lo reafirmaron en su idea.Y en estas aparecieron dos jóvenes de aire distiguido con los que compartió su idea y que se pusieron manos a la obra. Parece ser que tenían influencias y que la obra adelantaba a un ritmo sobrenatural. Una vez terminada los dos jóvenes desaparecieron también sobrenaturalmente.


Ahora, además del santuario, es base de una escuela de hostelería, cuyos jóvenes y distinguidos alumnos está almorzando y fumando tan ricamente al solecito cuando la visitamos.


Pasamos por Sahún,


Subimos a visitar Villanova y sus dos iglesias lombardas.



Y nos acercamos a Chía y a su mirador.


Por fin un cementerio sin tumbas adosadas.


Atravesamos el angosto congosto de Ventamillo, Con el Ésera encañonado entre paredes verticales.



Y paramos a comer en Graus. En el bar que hay en la casa del Barón, en la plaza, tenemos la inesperada sorpresa de encontrar una camarera Eva, que nos arregla una rica ensalada vegetal sin querer ponerle atún. Ella acaba de hacerse vegetariana y nos comprende....



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